lunes, 28 de mayo de 2007

La televisión de Venezuela




En su inicio, este blog procuraba ser un escape dicharachero ante la situación del país, pero vino tomando fuerza la autocensura, el no decir, el miedo, la infortunada resignación de muchos. Hoy no podemos permitir que al país se lo lleve este caos amoral en el que andamos. Yo quiero dejarle a mi gente un país que se parezca a aquel donde yo crecí. Y mucho mejor, si puedo.

Nunca los fuegos artificiales fueron más tristes que hoy. Jamás antes sentí mi voz tan leve. El despotismo levantó la suya, pero tenemos un ejemplo que seguir. El de Radio Caracas y su gente: el de la dignidad.

Casi 54 años marcando la rutina de muchas casas en el país. Acompañando a la gente en el día a día. Desde El Observador Creole hasta hoy, 27 de mayo, sabías que la información que RCTV transmitía era confiable. En este canal aprendí lo que no se aprende en la universidad: ética, dignidad y responsabilidad.

RCTV fue mi casa, mucho antes de que soñara con trabajar allí. Desde mi niñez me acompañaron Los caballeros árabes, El Capitán Centella, Heidy, Marco, Candy Candy, los inolvidables Banana Splits…
Crecí con las enseñanzas de mi madre y la conciencia de ciudadanía que me dejó Renny Ottolina. El gusto por los buenos programas de variedades que también Renny marcó, junto a Luis Guillermo González. Con la sana diversión de La Feria de la Alegría. Anhelaba llegar pronto al liceo para poder concursar en Viva la Juventud. Aprendí de mujeres echadas pa’lante con la Fiera, la Sra. de Cárdenas, Natalia y más recientemente Tres hermanas. Pero sobre todo aprendí que nadie tiene derecho a atropellar los derechos de los demás, y para eso me bastó con Sangre Azul, Raíces y Estefanía.

Con RCTV se gestó en mí el amor por los sonidos académicos: Clásicos Dominicales, con la excelencia de Isabel Palacios o Federico Gattorno, me hacía desvelarme los domingos. No importaba que el lunes hubiera clases.

¿Y Menudo? Todas las ilusiones de fan adolescente se centraban en los cinco niños que cantaban Fuego, Fuego. Las lágrimas por la pena ajena en la miniserie que luego hicieron: Quiero ser. ¿Y dónde fue? En RCTV.

Estudié Teatro en varios lugares y Comunicación en la UCV, mientras tanto comencé a trabajar como asistente de vestuario para Alondra y Amanda Sabater. Y a conocer una familia que todavía me acompaña, afectos que siempre estarán conmigo. Roberto Moll me llevo con Julio César Mármol (padre) cuando compartimos escena con mi tímida Ofelia y su apasionado Hamlet y allí entré a hacer telenovelas.

Era la nieta ¡nada menos que de Flor Nuñez! en De Oro Puro, con un nombre más grande que mi currículo para ese entonces: Fernandina Brekenhaimer. En paralelo comencé a hacer Luciérnaga en Dulce Ilusión, ahí me enamoré por primera vez en ficción. Después audicioné para el rol de Alexandra Moncada en Amores de Fin de Siglo y lo conseguí. Allí fui la hermana de Elba, Maricarmen y Enrique, hija de esa dama que es María Cristina Lozada y tía de una punketa Danielita.

Fue una novela accidentada, a decir verdad, pero ¡que sabroso decir a Leonardo! Allí compartí, me emocioné y aprendí muchísimo de la historia del canal, de mística y ética con Don Carlos Márquez y Don Tomás Henríquez. Padre y tío que adopté desde el fondo de mi corazón. Terminada la novela me fui del canal, me casé, me divorcié y regresé para hacer un unitario que han repetido más que cuña del gobierno y otra novela: La invasora, con el personaje más loco y recordado que he tenido. Hace tres años que ya no estoy dentro de la planta pero siempre seré de la familia de Radio Caracas Televisión. Eso es algo que te queda.

Nunca me gustaron las injusticias, por eso me gané la fama de “abogado de los pobres”, Quijote de causas difíciles de ganar. Y es verdad que he estado transitando a duras penas por los caminos del miedo que da pensar en la familia que hay que proteger, en protegerte para los que dependen de ti, para los que trabajan junto a ti. El miedo es libre, pero en este momento del país la injusticia y el ajusticiamiento también. Entonces, no hay que dejarles la calle. Basta de hostigamiento. Aunque leve, alzo mi voz para unirla a la de miles de venezolanos que ya dejamos de ser minoría.

Para ser justa, hay mucho de la programación que debería revisarse bajo la luz de mejorar los contenidos y ajustarla realmente a horarios que se correspondan con el público al cual se supone está dirigido. Pero no sólo en RCTV, sino en cada una de las plantas que tiene su señal en ese mismo espectro radioeléctrico de la Nación, incluyendo las del Estado y las del Gobierno, que aunque estén juntos no son la misma cosa. Honrosa excepción es Vale TV. Y esta revisión puede hacerse bajo un claro marco legal sin llegar a medidas tan extremas como la no renovación de la concesión, con todo lo que esta orden implica. Para eso son la Leyes, los reglamentos y las mesas técnicas.

Dicho esto, sigo sintiendo que el problema no es el contenido, si no la diferencia de criterios y la ausencia de respeto y tolerancia. ¿Cómo mirar a un país donde se le niega la renovación de la concesión a una planta de televisión por el sólo hecho de diferir del pensamiento de quien manda? Mi abuelo decía, con esa sabrosa sabiduría de la gente sencilla, “el que ve las barbas del vecino arder, pone las suyas en remojo”, lo que complementaba después con “el que tiene techo de vidrio no le tira piedras al vecino”. Y para seguir tomando palabras ajenas, uso las del Presidente Bolivariano, “al que le caiga, que se lo chupe”.

Hoy me duele no reconocer al país en el que vivo; donde alguien puede ser capaz de la mezquindad de celebrar la adversidad de otro, de lanzar cohetes y fuegos artificiales y hacer una fiesta para celebrar la salida del aire de un canal en el cual encontró su propia voz en otros momentos. Un país que además del nombre le han cambiado los valores; donde te piden sangre para defender lo indefendible, donde no hay quien pueda decir que esto no está bien sin que se tomen represalias, donde la ley sólo existe en el papel, la injusticia se ha instalado entre nosotros y unos pocos le entregan un poder (casi) ilimitado a un solo hombre.

Crecí en democracia, la de verdad verdad. La que hizo posible el levantamiento mediático de la figura de quien hoy dirige al país como un regimiento, de quien pide muerte por su revolución. ¿Alguien me puede explicar que tiene eso de bonito y de amoroso?

Esa democracia y esa libertad de expresión que hoy defiendo desde aquí fue la que le permitió decir “…por ahora…”; la que le dio pantalla, cobertura, la que lo hizo el mártir mesiánico desde su celda en Yare. Esa libertad de expresión que ahora le molesta porque le queda apretada, porque lo mantiene a raya y le recuerda a diario que este país no es sólo suyo y que no se puede hacer lo que a uno le venga en gana. Sea quien sea, con las afinidades políticas, el cargo o el balance contable que tenga. Eso aplica para todos.

Hoy miles de venezolanos alzan su voz en paz y las calles están tomadas por brigadas antimotines desde hace tres días. En paralelo acciones vandálicas destruyen Fedecámaras y la escuela de Comunicación Social de la UCV. Agreden a los muchachos, intimidan y amenazan "por si se les ocurre protestar". Mientras tanto en el país de la pulpería se celebra con bailantas el cierre de un hito en la historia de nuestras comunicaciones. La apertura de un nuevo medio controlado por y para el gobierno. Pan y circo, Venezuela. Triste realidad heredada que lamentablemente no sólo es parte de esta V República...

Sin embargo, con todo y todo, me queda esta certeza: la voluntad se gana, no se decreta. Para mí el canal 2 siempre será Radio Caracas Televisión. Como debe ser.

2 comentarios:

Lin dijo...

Yo misma soy, porque como para todo debe haber equilibrio y
más aquí les dejo estos links:

http://unaperiodista.blogspot.com/2007/03/yo-no-soy-rctv.html

http://www.k-minos.com/?p=439

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Anónimo dijo...

Solo nos queda luchar por la libertad de expresion transmitiendo online y por satelite. Este es el esfuerzo que esta haciendo Violento Television